Sin palabras
1Joaquín y Juan habían decidido viajar juntos, a sus compañeros de clase les resultaba raro que lo hubieran pensado y planeado de esa manera ya que a simple vista se sentía una relación hostil entre ellos, además las "malas lenguas" decían que Joaquín le tenía mala fe a Juan. Por eso resultaba tan extraño que decidieran ir en pareja al Congreso nacional de urbanistas en Campeche.
Juan nunca se había acercado a trabajar con Joaquín porque éste lo hacia sentir incómodo y minorizado. Juan no tenía inhibiciones por ser abiertamente homosexual pero con Joaquín era distinto, tal vez porque siempre se sospechó que a Joaquín también le gustaban los hombres pero él no lo decía. Era algo que se escuchaba a voces, y tampoco era que todas las voces lo dijeran; pero había ciertas ocasiones, ciertos comentarios, uno u otro ademán o mirada que parecía delatar a Joaquín.
2
Cuando llegaron al hotel en Campeche el ambiente se sentía enrarecido y no sólo era el calor del sureste: eran las frases breves, los silencios incómodos, sus miradas evitándose.
Cuando regresaron del primer día de actividades Juan no sabía si pedirle a Joaquín que cenaran juntos o si era correcto invitarle una cerveza para relajar los ánimos, lo único que tenía en claro es que debía pensarlo con detenimiento pero paso tanto tiempo en ello que cuando encontró las palabras correctas Joaquín ya se encontraba acostado.
3
Tuvieron que trabajar juntos en una de las mesas del Congreso, lo cual resultó relajador para ambos, el imaginario en común que habían aprendido en la facultad ayudó a que se sintieran más tranquilos entre ellos, hacían un bloque de dos frente a los “extranjeros”. No tenían las mismas ideas pero tampoco eran muy distintas sus opiniones: sólo eran dos tipos distintos con un contexto en común, y con eso bastaba para tener un primer lazo amistoso, afectivo…
4
Ya habían tomado varias cervezas cuando llegaron al cuarto y Joaquín empezó a besar a Juan. Estaban lo suficientemente cerca uno del otro como para sentir la erección del contrario, solamente estaban esperando el momento en que se diera el siguiente paso: que alguno decidiera desabrocharse la camisa y bajará los pantalones de su compañero.
Juan fue quien tomó la iniciativa, metió su mano en el pantalón de Joaquín y le tocó el trasero. Después de ahí empezaron a desnudarse tan rápido que sólo faltaba decidir quien “montaría” a quien. Una vez más Juan decidió por los dos, subió las piernas de Joaquín a sus hombros cuando éste yacía en la cama.
5
Al día siguiente, aún acostados pero ya con los ojos abiertos y antes de darse las primeras palabras, los dos pensaban en como actuarían el uno con el otro.
Juan deseaba que a partir de lo sucedido pudieran empezar a frecuentarse y acostarse cada vez que lo quisieran; pero también tenía ganas de sentirse distante y hacerse el interesante, como si nada hubiera pasado para que Joaquín sintiera deseo y celos de su tranquilidad.
Joaquín esperaba que los ambos actuaran como si realmente nada hubiera pasado; pero también tenía muchas ganas de decirle algo desagradable a Juan, algo que le hiciera saber que sólo se había acostado por lujuria, como generalmente se hace pero jamás se dice. Quería gritarle que nada había importado y que no le interesaba que la gente supiera lo que había pasado.
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La tercer y última noche en Campeche había mayor tensión. Ambos dejaban ver la desesperación de volverse a encontrarse desnudos y de disfrutar de coger entre colegas. Joaquín fue el que ahora tomó la iniciativa, sacó su miembro por el cierre del pantalón y espero la respuesta. Joaquín esperaba que Juan se subiera en él y se dejará follar como él lo había hecho la noche anterior, pero Juan optó por otro camino.
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Había algo en recibir una felación que a Joaquín lo ponía mal. Tal vez era que desde la vista del mamado el cuerpo del otro pierde la forma, sólo se ve una cabellera moviéndose de arriba hacia abajo. A Joaquín le atemorizaba imaginarse que era una mujer quien se lo chupaba porque una cosa era mantener en secreto su homosexualidad y otra muy distinta era follar con mujeres para engañarse.
Juan empezó hacer sonidos que recordaban gemidos femeninos. Esos constantes ruidos irritaron cada vez más y más a Joaquín. De un momento a otro, Joaquín tenía tanto enojo que levantó bruscamente su rodilla y con ella golpeó en el estomago de su felador. Juan cayó de espalda y mientras miraba con rareza a Joaquín esperaba que éste le dijera que había sido un accidente, se disculpara por ello y pudiera seguir chupando su miembro; pero en realidad lo que recibió fue un puñetazo en el rostro.
Juan no supo que hacer, ardía por regresarle el golpe; pero por miedo decidió quedarse quieto viendo como Joaquín perdía la erección y se acostaba a dormir.
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Cuando comenzó el nuevo semestre Joaquín se había cambiado para el turno vespertino y desde el principio le dejó en claro a su nueva amiga Jimena que le gustaban los hombres y no las mujeres.
Juan pensaba que si le hubiera regresado el golpe todavía estarían juntos.
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